Sala 3

Un caso célebre del licenciado Serralde , una frase de Richelieu y una investigación judicial de Voltaire

“No han pasado aún tres meses desde que dejamos de sufrir el ultraje de los juicios militares, […] cuando un juez correccional cierra nuevamente nuestras oficinas y encarcela a cuantas personas encuentra en ellas”. Así escribió Ricardo Flores Magón, en El Hijo del Ahuizote del 26 de abril de 1903, a propósito del nuevo juicio que se abría contra él, Enrique Flores Magón, Juan Sarabia, Alfonso Cravioto, Santiago de la Vega y Santiago de la Hoz, miembros del comité editorial de dicho periódico. En esta sala se exponen los dos amparos que fueron solicitados en 1903 por estos periodistas, después de que fueron acusados por injuriar a los magistrados del Tribunal Superior del Distrito Federal.

El motivo de la acusación por parte de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal fue la frase “ha tropezado toda la recua”, que se publicó como una analogía para señalar una decisión equivocada del Tribunal Superior del Distrito Federal. Ninguno de los editores del periódico fue el autor de esta expresión, sino que apareció en una carta a la opinión pública que escribió el abogado Francisco Serralde en contra de una decisión del tribunal mencionado. Como la carta de Serralde fue publicada en El Hijo del Ahuizote, sus editores fueron responsabilizados de su contenido y procesados por el delito de injurias a agentes de la autoridad (a los magistrados del Tribunal Superior). Así, la frase no fue simplemente una anécdota relacionada con el proceso judicial, sino que fue su causa; no se trata de un detalle curioso del caso, sino aquello que lo originó.

Ahora bien, la carta de Serralde tuvo como antecedente el caso de Timoteo Andrade, un personaje vinculado con grupos de bandoleros antes de sumarse a la policía rural, que hizo carrera militar desde la intervención francesa y alcanzó el grado de teniente coronel. Fue jefe político en Silao, Guanajuato y en Actopan, Hidalgo. Se dice que estuvo involucrado en un atentado para descarrilar el ferrocarril en el que viajaba Porfirio Díaz. El 12 de diciembre de 1895 se vio envuelto en un hecho de violencia en su casa de Santa Julia. Su hijo y una sobrina murieron, mientras él y su esposa resultaron heridos. A partir de entonces, para el ministerio público, Andrade fue el autor de un filicidio y un agresor. Para la defensa fue la víctima, junto con sus familiares, de un asalto violento en su domicilio.

Timoteo Andrade no tuvo éxito en el juicio de primera instancia ni en la solicitud de indulto por gracia* para evitar la sentencia de pena capital. Su siguiente defensor, Francisco Serralde, pidió el indulto necesario ante el Tribunal Superior del Distrito Federal. Para ello, reunió fotografías, datos de autopsias, análisis de heridas y trayectorias de proyectiles de armas de fuego para demostrar la inocencia de su cliente. A pesar de ello, el Tribunal Superior del Distrito Federal no admitió estas pruebas.

* El indulto por gracia permite extinguir la pena del reo que haya prestado servicios a la Nación y que haya cometido delitos del orden común o de carácter político. El indulto necesario es otorgado por el ejecutivo cuando se descubren elementos sobre la inocencia del sentenciado.

En respuesta, Serralde elaboró una carta a la opinión pública, criticando la actuación de los magistrados. Hoy podemos conocer su contenido porque está registrado en el Juicio de Amparo 1985/1903, expediente que se formó con motivo de la protección que solicitó Jesús Flores Magón, abogado defensor de Santiago de la Hoz, contra la orden de aprehensión que dictó el juez primero correccional contra los editores de El Hijo del Ahuizote. Al estudiar este amparo, los Ministros de la Suprema Corte de Justicia recibieron una copia certificada de la carta, de la que se reproduce a continuación un fragmento:

La historia juzgará al uno y al otro, y veamos cómo juzgará la Historia a ese Tribunal: Giurati, en su notable obra titulada “Errores Judiciales”, página 157, habla del primogénito de una familia de Hugonotes que se suicidó en Calas. Se creyó que el crimen había sido cometido por la familia, y se atormentó al padre, ahorcándosele al fin. Después de la ejecución, se hizo la luz, y un grito de horror se produjo en toda la Francia. El Gobierno hizo llamar al Presidente del Parlamento de Tolouse, quien se excusó: “No hay caballo por bueno que sea, que no tropiece. -Sea; pero esta vez ha tropezado toda la recua, respondió al Ministro que lo era el Cardenal Richelieu”.

En el caso de Andrade, la Historia dirá en lo futuro, uniéndose a la opinión del Cardenal Richelieu, que ha tropezado toda la recua.

Carta del Señor Licenciado Don Francisco A. Serralde (1903)- Juicio de Amparo 1985/1903

Ese fue el contexto de la frase sobre el tropiezo de la recua que motivó el caso de esta sala. Por lo que se refiere al desenlace judicial, los Ministros de la Suprema Corte decidieron no suspender la orden de aprehensión contra Santiago de la Hoz, ya que consideraron que no se había demostrado la inculpabilidad del acusado. Posteriormente, el 10 de diciembre de 1904, se informó a la Suprema Corte que el caso había sido sobreseído por el juez de distrito debido a que Santiago de la Hoz falleció en marzo del mismo año.

En relación con el expediente 1373/1903, la Corte determinó el 17 de marzo de 1908 que las expresiones por las que se responsabilizó a Juan Sarabia, Alfonso Cravioto, Santiago de la Vega y Ricardo y Enrique Flores Magón sí constituían delitos de ultrajes a los magistrados del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, por lo cual no se otorgó el amparo solicitado. Es importante observar que para los Ministros de la Corte la frase referida tuvo una importancia fundamental en el origen y desenlace de este caso:

[…] que el hecho delictuoso se hace consistir en las expresiones contenidas en un párrafo en que refiriéndose al Tribunal del Distrito que negó a Timoteo Andrade el indulto necesario que solicitó, y después de referir un error judicial cometido por un Tribunal Extranjero y citar las palabras presentadas por excusa por el Presidente del parlamento de “Toulouse”. “No hay caballo por bueno que sea que no tropiece” y la respuesta que le dio el Ministro “Sea; pero en esta vez, ha tropezado toda la recua” […]

Ahora bien, la frase tiene una historia judicial que se remonta siglos atrás. El autor citado por Serralde, Domenico Giuriati, señala que el origen de esta frase es el caso Calas, en el que, en su opinión, se cometió uno de los “más célebres errores judiciales de que en el mundo se ha hablado”. Giuriati atribuye la frase al cardenal Richelieu, uno de los ministros más famosos en la historia de Francia. Sin embargo, el cardenal murió en 1642, más de un siglo antes de que comenzara el caso Calas. Por ello, es más probable que la frase haya sido pronunciada por su sobrino nieto, el conde de Richelieu, Louis-François-Armand de Vignerot, como señalan algunas obras. Otra posibilidad es que no se haya pronunciado nunca y sencillamente forme parte del imaginario que rodeó al caso Calas.

Leer libro los errores judiciales

¿En qué consistió el caso Calas? El 13 de octubre de 1761 un rumor se extendió con rapidez en la calle Filatiers de Toulouse: en el hogar de Jean Calas, un comerciante calvinista de 63 años, ha sido asesinado por su propia familia el primogénito Marc-Antoine. La causa sería la supuesta intención de este último de convertirse al catolicismo.

El cadáver de Marc Antoine fue tratado como el de un mártir católico por las multitudes de la ciudad y los clérigos. El proceso llegó ante los jueces del Parlamento de Toulouse, quienes determinaron que Jean Calas fuera torturado, estrangulado por un verdugo y sus cenizas esparcidas por el viento.

Jean Calas sostuvo su inocencia hasta el final de su suplicio en 1762. Las contradicciones del caso llamaron la atención de abogados, médicos y escritores, quienes publicaron diferentes noticias sobre este evento. El ensayo más emblemático fue el escrito por Voltaire en 1763, titulado Ensayo sobre la tolerancia. Con ocasión de la muerte de Jean Calas.

“El asesinato de Calas, cometido en Toulouse con la espada de la justicia, el 9 de marzo de 1762, es uno de los acontecimientos más singulares que merecen la atención de nuestra época y de la posteridad”.

Voltaire, Ensayo sobre la tolerancia.

Voltaire condenó el fanatismo católico y aportó elementos de su propia investigación del caso. Encontró una posible explicación del suicidio de Mar-Antoine, hijo de Jean Calas. Señaló vicios procedimentales tan graves como la contradicción entre una sentencia que sostenía la complicidad de todas las personas presentes en la cena el día de los hechos, y otra posterior, que determinó la liberación de estos supuestos cómplices.

El caso Calas fue revisado en 1765 por el Consejo de Estado francés; un tribunal de casación declaró la inocencia de toda la familia Calas y los sobrevivientes recibieron una reparación monetaria. Los jueces de Toulouse asistieron a Versalles para rendir cuentas en relación con la tortura y ejecución de Calas, excusándose dijeron: “No hay caballo tan bueno que no tropiece”, a lo que el duque de Richelieu, ahí presente, replicó con su famosa frase: “¡Pero, por dios, señores! Ha tropezado toda la recua”.

Desde entonces, el caso Calas fue considerado un prototipo de error judicial y la famosa respuesta del conde resonó con fuerza en México a principios del siglo XX.