Desde la pirámide de Kukulcán, en Chichén Itzá, un camino conduce a un gran pozo de agua. Su forma es casi circular, más amplio que una alberca olímpica; está rodeado por paredes de piedra caliza, que destacan su blancura entre el verde de los árboles que crecen alrededor. Es el gran Cenote Sagrado, lugar donde los antiguos itzaes realizaron sacrificios humanos y arrojaron diversas ofrendas, prácticas que formaron parte de su identidad y de su manera de entender el mundo, la vida y la muerte.
Las aguas del Cenote Sagrado permanecieron sin ser perturbadas durante más de 600 años, pero en 1904 comenzó la extracción de piezas arqueológicas del fondo por su entonces propietario: Edward Herbert Thompson, quien fue cónsul estadounidense de 1885 a 1907. En esta exposición se describen algunos de estos hechos, los cuales forman parte del expediente “Causa penal 11/1926”, cuya investigación fue iniciada por la entonces Procuraduría General de la República ante la denuncia interpuesta por la que fuera Secretaría de Educación Pública y Bellas Artes.